EL VERANO DE MI VIDA. UN INSTANTE
El verano de mi vida son Adán y Eva antes de descubrir la manzana. El verano de mi vida suena a cigarra entre los pinos y tiene dos ruedas y un acelerador y un freno. Es largo de día y corto de noche. Es anhelado, esperado y casi siempre disfrutado. Llega con las notas de fin de curso y se desvanece con el primer día de clase en el que uno descubre lo mucho que ha crecido su primer amor.
El verano de mi vida es el sabor de los frutos dulces y carnosos de un cerezo engullidos a horcajadas en su rama más fuerte. Tiene el color de una camiseta blanca y de unos vaqueros desteñidos de unos niños que juegan a ser mayores en lo alto de una montaña. El verano de mi vida tiene la forma de una tienda de campaña y el gusto de un beso seco de labios cortados por el sol y que saben a mar. Es manta y pipas en el cine de las estrellas fugaces que dejan su efímero trazo, como una firma, en el cielo.
El verano de mi vida es el recuerdo del anterior verano y del anterior … Es pretérito anterior de indicativo, yo hube amado… Es, por favor, déjame una hora más que se quedan todos. Es estudio para septiembre. Es tren que parte a Europa sin destino fijo con una mochila cargada de sueños por descubrir y con un hermano con el que compartir la vida que empieza a brotar generosa a borbotones.
El verano de mi vida es atardecer en Estambul y amanecer en Lisboa. ¿O acaso era al revés? Es la canción del verano y fiesta en la plaza. Son fuegos y juegos. Es el primer cigarrillo que quema los pulmones. Es una tortilla de patata, un vaso de vino y una mesa de pino un poco ajada. Es una quimera fría que te espera en la nevera. Es una falda amarilla con vuelo y zapatos de tacón azul y una piel desnuda que evoca cálido amanecer.
El verano de mi vida es un reencuentro imprevisto que convierte el verano en primavera adolescente. El verano de mi vida huele a verano, como solo el verano huele, y a tormenta y a mazorcas de maíz en la brasa de un puesto callejero. Es una gran bola de chocolate que luce como trampantojo enhiesto. Es la noche estrellada de Van Gogh y un poema de amor de Neruda, “Puedo escribirte los versos más tristes esta noche…”. El verano de mi vida son todos y ninguno porque el mejor verano, como la propia vida, es un instante esquivo que nunca se deja atrapar del todo pero que nos acompaña siempre.